Todos los comienzos, sean cuales sean, siempre vienen cargados de incertidumbre por lo desconocido. Mil preguntas y ni una sola respuesta. Las suposiciones de cómo sería este año ocupaban mis primeras semanas de curso. Sin embargo, mis expectativas no eran muy altas pero tampoco pequeñas, preferí ver como se daban las cosas. Esto no quiere decir que no estuviese nerviosa o ilusionada, todo lo contrario. Desde un primer momento, supe que no me iba a dejar indiferente y que sería un antes y un después tanto en mi etapa educativa como personal. De hecho así fue.
Esta aventura tenía un reto y era aprender haciendo. De ahí nuestra gran frase, “Si nos piden experiencia la creamos”, se trataba de crear y ver hasta dónde podíamos llegar con nuestra ilusión y compañerismo unidos por una misma causa. Teníamos un objetivo común: dar visibilidad y recaudar fondos para la asociación Alhelí, dedicada a tratar a personas en situación de duelo. Sabíamos que no solo se trataba de cualquier curso educativo, sino que éramos conscientes de que teníamos en nuestras manos el poder de ayudar a otros y a la vez formarnos para el futuro laboral.
Suena bien, ¿verdad? No obstante, no todo es lo parece. Como la palabra indica, se trataba de un reto y eso significaba que habría que esforzarse por lograr los objetivos. Teníamos claro que tarde o temprano los problemas o inconvenientes iban a llegar, por ello de nosotros mismo dependía la forma en la que íbamos a afrontar la situación. A lo largo de estos meses tuve muy presente esta frase, “La vida es un 10% lo que te sucede y un 90% cómo reaccionamos a ello”, personalmente considero que esta forma de actuar nos hizo marcar la diferencia en comparación al resto. Ver como la pusimos en práctica hace que eche la vista atrás y sienta orgullo de haber adoptado esta filosofía de vida, independientemente de los resultados obtenidos. Ello nos llevó a entender que debíamos estar unidos para alcanzar el éxito. Sin el trabajo en equipo nada de esto hubiera sido posible. Cada uno tenía su propio estilo de trabajo y su manera de ver las cosas, pero aprendimos a respetar las ideas de todos y a complementarnos. La clave estuvo en la comunicación y en la organización, aunque no siempre fue fácil.
Una vez acercándose el final de esta experiencia toca despedirnos, pero sin antes dejar escrito que trabajar con el aprendizaje basado en retos es la mejor forma de aprender. La clave no es empezar queriendo hacerlo todo bien, sino empezar, en dar el primer paso y no tener miedo a equivocarse, ya que forma parte del proceso. Ha sido un año de muchas emociones y siento que salgo con mucha más confianza en mi capacidad de hacer todo aquello que me proponga. Aprender de manera práctica, trabajando en equipo y enfrentando retos reales es lo que realmente te prepara para el mundo laboral.
Si pudiera mejorar algo, sería tener más recursos y tiempo para desarrollar aún más nuestras ideas, porque a veces queríamos hacer más de lo que realmente podíamos abarcar. También creo que sería útil recibir más formación técnica en ciertas áreas antes de lanzarnos a la práctica.
No quería terminar sin antes agradecer a cada uno de mis compañeros y parte del equipo educativo por ser como son y por regalarme todos aquellos recuerdos que me llevo de esta etapa de mi vida que nunca olvidaré.
